EL RESGUARDO

El área donde se desarrollan las actividades del proyecto hace parte de la macro región de la Orinoquía, una amplia región conformada en su mayoría por las grandes planicies localizadas entre los Andes Orientales y el Macizo de las Guyanas en territorio de Colombia y Venezuela. El área promedio de la Orinoquia es de aproximadamente 830 mil km2, de los cuales cerca del 63% están localizados en Venezuela, y el 37% en Colombia, e incluyen los Andes, las sabanas de los Llanos y el escudo de Guayana.

En la Orinoquia existe una gran diversidad étnica, representada en pueblos indígenas que durante siglos mantienen relaciones entre sí. Han sido testigos y sobrevivientes de las innumerables incursiones de otra gente deseosa de apropiarse de sus territorios y recursos, de la creación de países, departamentos y municipios que fracturan territorios tradicionales.

La Orinoquía colombiana se configura como una sociedad de colonización en donde el indígena como habitante ancestral, el llanero, citadino y rural y el colono “reciente” interactúan desde las relaciones por el uso de determinados espacios para actividades culturales y productivas específicas.

El Resguardo Indígena de Caño Mochuelo se encuentra ubicado en el extremo oriental del departamento de Casanare, en jurisdicción de los municipios de Hato Corozal y Paz de Ariporo.

Los pueblos indígenas ubicados en Caño Mochuelo son nómadas y fueron reducidos a este extremo casanareño a finales de la década de 1970 en un contexto totalmente genocida: las “cacerías de indios” denominadas guahibiadas y cuibiadas. Se constituyó inicialmente bajo la figura de Reserva Indígena, como una medida de emergencia para evitar el exterminio de los pueblos indígenas. Por esta razón, no se tuvieron en cuenta las características socio culturales de los pueblos, sus formas de economía basadas en la caza, recolección y producción agrícola itinerante, ni los conflictos interétnicos existentes entre los pueblos. Menos aún la oferta ambiental, calidad de suelos y régimen de inundaciones de la zona.

Inicialmente la reserva se constituyó para cinco pueblos indígenas (Maiben masiguare, Sáliba, Cuiba wamonae, Piapoco y Sikuani). Sin embargo, entre la constitución de la reserva en 1972 y su conversión en resguardo en 1986, el pueblo Piapoco abandonó la zona, los Tsiripus hicieron acto de presencia y los pueblos Yamalero, Yaruro, Amorúa y Wipiwi (o Wäpigiwi)  pidieron refugio en el Resguardo para guarecerse de la agudización del conflicto armado en sus territorios tradicionales y la permanente persecución y masacres contra los indígenas en la Orinoquía.

Todos estos pueblos indígenas han sido tradicionalmente nómadas, y recorrían un territorio mucho más amplio que el del Resguardo, rotando entre sí para conservar los recursos escasos del bosque de galería [1]. La constitución del Resguardo, si bien fue determinante para su supervivencia física, a la larga significó el desconocimiento de los derechos territoriales de los pueblos indígenas reducidos en él. Se afectó la libre movilidad hacia lugares sagrados y de importancia alimentaria debido a conflictos por el uso y apropiación de los recursos con los campesinos que ocuparon los territorios de uso tradicional indígena externos al Resguardo.

El territorio del Resguardo, de 94.670 hectáreas, está poblado actualmente por nueve pueblos indígenas distintos (Tsiripo, Maibén Masiguare, Cuiba Wamone, Sicuani, Amorúa, Yamalero, Yaruro, Sáliva y Wäpigiwi), algunos de ellos en peligro de extinción. Con una población que asciende a 3.346 habitantes distribuidos en once comunidades, es uno de los resguardos del país con mayor diversidad étnica y cultural: hablamos de nueve pueblos indígenas con problemáticas comunes, pero también alternativas de solución diferentes.

Al tratarse en todos los casos de pueblos seminómadas, cazadores recolectores, 6 de ellos con un contacto reciente con la sociedad nacional, estamos hablando de pueblos que conservan buena parte de su acervo cultural. Pero también de pueblos pequeños, con escasa población (excepto en el caso de los Sicuani, Cuiba wamonae y los Sáliba), sometidos a un fuerte proceso aculturador paralelo a su progresiva reducción territorial.

El Resguardo y, en general la Orinoquia colombiana, se encuentra inscrito en el área de ejecución de una agresiva política de producción petrolera que apunta a pasar de 1.542 millones de barriles de reservas de petróleo a 2.500 millones de barriles. Los crudos pesados constituyen un nuevo atractivo para la explotación y la Orinoquia ofrece un cuadro importante de adquisición sísmica y realización de estudios especiales como Área Especial para la Agencia Nacional de Hidrocarburos.


[1] María Eugenia Romero Moreno, “Etnias de los llanos de Colombia desplazadas al oriente”, en “Ya no hay lugar para cazadores. Procesos de extinción y transfiguración étnica en América Latina”, Miguel Ángel Bartolomé (Coordinador), Editorial Abya-Yala, Cayambe, Ecuador, 1995.

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